Eran, muchas de ellas, zonas industriales caídas en el olvido o distritos históricos amenazados por el derrumbe. Actualmente son zonas coloridas y efervescentes, epicentros creativos, albergue de tiendas independientes y restaurantes que marcan tendencia.
De Botafogo, en Río de Janeiro, a Vesterbro, en Copenhague, damos la vuelta al mundo descubriendo los barrios más hipsters del planeta.
Botafogo, Río de Janeiro
Justo cuando el glamur de Copacabana e Ipanema empezaba a resultar caduco, Botafogo ha eclosionado como el epicentro y foco efervescente de vida (tanto de día como de noche) en Río de Janeiro.
Delimitado por el icónico risco Pan de Azúcar y un cielo de perenne azul, este barrio al sur de la ciudad carioca se ha convertido en el refugio creativo de jóvenes chefs.
Artistas de todo tipo han cambiado las numerosas clínicas que en él se erigían (popularmente era conocido como “el barrio de las clínicas”) por museos, teatros de autor, cines independientes y restaurantes (id reservando mesa en los gastrobares CoLAB y Void House of Food, experiencias orgásmicas para el paladar).
Borgo San Frediano, Florencia
Vasco Pratolini fue uno de los escritores más relevantes de la literatura italiana del siglo XX. Algunas de sus obras más destacadas son Crónica familiar (1947), Crónicas de pobres amantes (1947) y, muy especialmente, Las muchachas de San Frediano (1948).
Esta última novela transcurre en uno de los barrios más populares de ese impresionante museo sin fin que es Florencia.
Escondido en la zona de Oltrarno, conocida por sus talleres de artesanos, el distrito de San Frediano, hasta ahora relevante por su histórico legado arquitectónico, le está insuflando nueva vitalidad a Florencia, muy especialmente en lo que a oferta gastronómica se refiere.
Cours Julien, Marsella
Marsella, como puerto marítimo, siempre ha tenido (y muy merecidamente) fama de crápula y de ser conflictiva. Espíritu canalla que, en parte, fue erradicado en la espectacular transformación que experimentó en 2014, cuando se erigió en la Capital Europea de la Cultura.
Sin embargo, este cambio no fue para mal en su totalidad, ya que la rehabilitación que sufrió la segunda ciudad más grande de Francia sirvió para inyectar nueva energía a barrios como Cours Julien.
Hasta entonces, zona caída en el olvido, actualmente es uno de los puntos más bulliciosos de la ciudad francesa gracias a su arte urbano, tiendas hipsters y restaurantes con propuestas dignas del más selectivo instagramer foodie.
Frelard, Seatle
¿Es Frelard realmente un barrio? En este debate, que ha generado infinidad de acaloradas discusiones, nuestro veredicto es, definitivamente, sí.
De acuerdo, carece de historia, pero nadie puede dudar de que simboliza uno de los puntos neurálgicos de una de las ciudades cultural y artísticamente más activas de Estados Unidos (¡y la capital mundial de las cafeterías hispters!).
Frelard fue el nombre que el restaurador Ethan Stowell le puso a su pizzería, por estar en el paso fronterizo entre los barrios de Fremont y Ballard.
Actualmente se utiliza como topónimo que designa la zona comprendida entre las calles Northwest 43rd y Northwest 45th, área en la que, con el tiempo, se han ido estableciendo los mejores restaurantes, bares y cervecerías artesanales (si sois amantes del zumo de cebada, pecaréis si no peregrináis al Hale’s Ales) de la ciudad del grunge.
Kalamaja, Tallin
Tallin ha ido ganando puntos en el catálogo de destinos imprescindibles del Viejo Continente. Y una vez en la capital de Estonia es obligado perderse, en bici (si queréis presumir de modernos), por las calles de Kalamaja.
Antaño barrio marinero e industrial de un gris de corte soviético, hoy, sus antiguos astilleros y fábricas han sido reconvertidos en centros de diseño, galerías de arte, salas de concierto y restaurantes donde los chefs más atrevidos llevan a cabo sus creaciones.
Experiencia que modernistas, hipsters y viajeros curiosos podréis completar yendo de compras por el Balti Jaam, el mercado de pulgas que abre todos los días junto a la estación de tren.
Kreuzberg, Berlín
Si hay una ciudad moderna, cosmopolita, alternativa e indie en Europa, esta, indudablemente, es Berlín. Y si hay un barrio que en los últimos años se ha destacado por ser el más cosmopolita, alternativo e indie de la capital alemana, este es Kreuzberg.
En el corazón de la ciudad, al barrio de “la montaña de la cruz” –su nombre es la conjunción de las palabras Kreuz (cruz) y Berg (montaña)–, actualmente, se lo conoce como la “pequeña Estambul”, por albergar a la mayoría de la comunidad turca de la ciudad.
En realidad, sus calles son un crisol de culturas, con gente procedente de todos los rincones del planeta, algo que lo dota de unos colores y aromas tremendamente exóticos.
Pero es que Kreuzberg siempre ha sido un barrio especial. Tras la Segunda Guerra Mundial quedó bajo control estadounidense, para posteriormente convertirse en uno de los puntos de mayor activismo político y sindical. Un espíritu reivindicativo que aún se mantiene vivo hoy en día, pudiéndose comprobar especialmente el 1 de mayo.
El Día del Trabajador se celebra aquí con grandes barbacoas al aire libre, acompañadas de litros y litros de cerveza, conciertos y mítines políticos. Imprescindible es también visitar sus museos, en especial el Jüdisches Museum (Museo Judío) y el Museum am Checkpoint Charlie (Museo de la historia del muro de Berlín).
Lastarria, Santiago de Chile
Cuando hacemos planes para viajar a un gran ciudad del continente sudamericano, frente a lo atrayentes que son Buenos Aires, Río de Janeiro o, cada vez más, Lima, erróneamente solemos obviar Santiago de Chile.
La capital del país andino ofrece atractivos ilimitados, y el barrio de Lastarria, en el corazón de la capital, al lado del cerro Santa Lucía, encabezaría esa lista infinita.
Declarada Zona Típica en 1997 por el gobierno chileno, por el valor arquitectónico patrimonial de sus edificios, Lastarria ha conservado su esencia tradicional.
Asimismo ha sabido adoptar a la comunidad de jóvenes creadores y emprendedores para, con sus museos, centros culturales, cines, teatros, tiendas de diseño, pequeñas librerías…, reivindicar su papel como corazón de la cultura contemporánea de la ciudad.
Seongsu-dong, Seúl
De Seongsu-dong dicen que es el Williamsburg de Seúl. No hace tanto era un agujero negro al que solo entraban los currantes que tenían que fichar en alguna de sus deprimentes fábricas. Ahora es uno de los enclaves hipsters por excelencia de Asia.
En lo que ha sido un fenómeno que ha cambiado de forma similar el rostro de muchos de estos barrios alrededor de todo el mundo (la gentificación), la fisonomía de Seongsu-dong empezó a adquirir color en 2011, cuando una de esas naves industriales semiderruidas se convirtió en la ahora muy prestigiosa sala de exposiciones Daelim Changgo.
Tras esta no tardaron en llegar más galerías, tiendas de moda, restaurantes y cafeterías de especialidad como, anotad, Onion Café, Zagmachi y OR.ER.
Silver Lake, Los Ángeles
En sus orígenes se llamaba Ivanhoe, como su primer residente, un aventurero escocés que se asentó en sus límites a inicios del siglo XX. Erigido junto a un estanque de aguas plateadas, con el tiempo acabaría conociéndose como Silver Lake.
Delimitando con los barrios tradicionalmente mucho más populares, Los Feliz y, muy especialmente, Echo Park, Silver Lake se ha convertido en el barrio alternativo por excelencia de Los Ángeles.
Mercados de productos ecológicos, restaurantes de comida sana, cafeterías de especialidad, librerías, tiendas de discos, bares musicales, salas de conciertos… Como el escenario ideal de una película independiente de jóvenes de profesiones liberales en plena crisis existencial de los 30, Silver Lake es tan cool y hipster que casi da rabia.
Es especialmente recomendable visitarlo durante los meses de mayo o agosto, cuando se celebran, respectivamente, el Silver Lake Jubilee y el Sunset Junction Street Fair, los dos festivales al aire libre más importantes y concurridos de Los Ángeles.
Södermalm, Estocolmo
Estocolmo es la unión de 14 islas. De todas ellas, Södermalm es la que más ha marcado la personalidad de la capital sueca.
Antiguo feudo obrero de edificios industriales de ladrillo y modestas casitas de madera, conservando su actitud proletaria, tolerante y abierta, en la actualidad se ha convertido en la mayor concentración de tipos con camisa de cuadros, gorro de lana y barba al estilo del patriarcado griego (o, en este caso, de corte vikingo) del norte de Europa.
Pequeños cafés, librerías sacadas de un película de Isabel Coixet, mercados ecológicos y un club de fútbol, el Hammarby, con una afición (casi) tan carismática como la del St. Pauli de Hamburgo.
Tiong Bahru, Singapur
Singapur es una parada obligada en todo viaje por el Sudeste Asiático, y Tiong Bahru, el indiscutible barrio de moda de esta ciudad-estado.
Zona hasta ahora admirada por los numerosos edificios de estilo art déco construidos, datados de los años 30 del siglo XX, hoy es un avispero de tiendas, galerías y bares de última tendencia.
Sumadle a ello el Tiong Bahru Market Food Centre, el viejo mercado del barrio, en el que también podréis disfrutar de algunas de las mejores paradas de comida callejera de la ciudad.
Nuestras recomendaciones: el shui kueh (pastel de arroz al vapor con rábano en cubos) del jian bo y el delicioso ‘kway teow’ (fideos fritos con marisco y salchicha china).
Vesterbro, Copenhague
Cuando hablábamos de barrios con personalidad propia, al llegar a Copenhague era imposible no hacer referencia a Christiania, “una comuna libre”, autogestionada desde 1971, en la que actualmente viven un millar de personas.
Hoy, esta isla hippie ha pasado a ocupar el segundo lugar del podium, relegada por el cada vez más vibrante barrio de Vesterbro.
A partir de la estación central de Copenhague, prolongándose hacia el oeste de la ciudad y delimitado al norte por Frederiksberg y por la línea de la costa al sur, el céntrico e histórico Vesterbro era especialmente conocido por amagar el barrio rojo de la capital danesa (y también por albergar el Museo de la Ciudad, la fábrica de cervezas de Carlsberg o el singular edificio del planetario Tycho Brahe).
Ahora se ha reformulado como foco de las más peculiares tiendas independientes y mercados callejeros. Pero si por algo merece la pena adentrarse en este encantador barrio es por sus cervecerías artesanales. Como aquel anuncio, una pinta de Mikkeller o Fermentoren no tiene precio.
Fuente: LV