Ha sido exhumada la fachada modernista de una tienda, en la esquina de las calles Carme y Cabres. La afinada restauración llevada a cabo permite ya paladear la calidad del buen trabajo llevado a cabo.
No se trata, en puridad, de un descubrimiento. Hace ya algunos años se pudo observar que la eliminación de una parte muy pequeña del revocado permitía vislumbrar la existencia de un mosaico modernista. La incógnita era si debajo de toda la capa ocultadora aparecería el resto de tan delicado trabajo.
Fue entonces cuando se alertó al departamento de patrimonio del distrito de Ciutat Vella sobre el mencionado indicio artístico e histórico, y no tanto para que se realizara entonces la investigación, sino con el fin de tomar medidas protectoras y de estudio para cuando, por razones de cambio comercial o no, se tuvieran que realizar trabajos de modernización de tal esquina. Y así ha sido; se ignora aún el comercio que allí se instalará.
A quien tenga un poco de conocimiento del tema, a buen seguro que tendrá la sensación inmediata de haber dado con algo ya visto e incluso conocido; es cierto, y la historia merece ser contada: es una decoración modernista hermana de la que hermosea también una esquina: la Rambla, 83 y Petxina, 1. La pastelería Escribà ha popularizado, y con razón, este preciso lugar.
Hermana y nada menos que por razón doble: propiedad y decoración. Merece relatarlo por sus pasos contados.
Jaume Figueras i Bonastre había creado en 1820 una industria de pastas de sopa, asentada en la calle Sant Ramon. En 1840 la familia y el negocio se trasladaron a la esquina de la Rambla con Petxina. Uno de sus hijos, Jaume Figueras i Barulls, ayudado por su esposa, Maria Sagués, consiguieron diversificar y dinamizar la empresa, pero él murió pronto. Sus hijos tomaron las riendas: Joan, de la harinera; Jaume, de los purés y tapiocas, y Francesc, de la pasta de sopa.
Éste, amigos de numerosos artistas fue el que puso al día la imagen de la tienda de la Rambla. Fue en 1902 y al calor de la fiebre modernista. En la torneada esquina mandó situar un gran medallón con una fecha inscrita: 1820, la de la fundación empresarial. Hay quien la confunde con la de la ornamentación, un error de bulto, pues el Modernisme aún tardará más de medio siglo en surgir.
La obra fue proyectada por el acreditado pintor y escenógrafo Antoni Ros i Güell. Bajo su dirección, actuaron una serie de excelentes artesanos y obradores muy profesionales: Mario Maragliano realizó el trencadís con mosaicos policromados; el taller Rigalt i Granell, las vidrieras; Lambert Escaler, el relieve escultórico; Vilà Domènech, la metalistería. En el interior: Bernadors, la escultura; Boix, la pintura; Corrius, los mármoles; Medemant, la carpintería; F. Lacambra, los cobres, y Badia, la cerrajería.
Josep M. Figueras i Bas, descendiente directo de la estirpe y que ha escrito y documentado ahora un excelente libro exhaustivo sobre la familia, apunta la posibilidad de que el trabajo de forja de las dos puertas que rinden a las calles fuera dibujado por Antoni Gaudí: era amigo del ya citado Francesc, relación surgida en el Cercle Artístic de Sant Lluc. Fue entonces cuando Maria Sagués, su madre, encargó al cercano Gaudí el proyecto la formidable torre unifamiliar de Bellesguard.
Todo encaja, pues, al topar con la renacida esquina de las calles Carme i Cabres. La aludida sensación de cosa conocida tiene fundamento, pese a algunas variantes, como la rotulación de las especialidades: sémolas, tapiocas, purés, chocolates, perlas (de chocolate). Era lógico que el equipo que ya había aportado lo mejor de su trabajo en la Rambla, actuara de nuevo en la apertura de la pequeña sucursal. Qué lástima que no se haya conservado el interior: era probable que fuera tan elaborado como la obra precedente, pese a ser más chiquito.
Cuando el Modernisme fue considerado de mal gusto, fue aquí destruido; por fortuna, la fachada sólo fue revocada, lo que ha propiciado ahora su renacimiento.