Las calles más canallas siempre estuvieron en el Raval. La droga y la prostitución no son aquí fenómenos nuevos, pero los vecinos del que durante décadas fue conocido como el barrio chino de Barcelona tienen que lidiar ahora con la agonía de unas calles a las que la especulación urbanística y el regreso de la heroína parecen haber sentenciado. Desde septiembre de 2016, decenas de pisos —los vecinos llegaron a contar más de 60— han sido ocupados y convertidos en verdaderos supermercados de la droga. La heroína, que en los años 80 se llevó por delante a decenas de jóvenes del barrio, ha vuelto a caminar a sus anchas, a ocupar los portales, a agravar aún más el infierno diario de los vecinos. Drogadictos durmiendo en las calles, jeringuillas usadas, ladrones desesperados por conseguir al menos siete euros para comprar una mini-papelina y pincharse unas micras de caballo. Los vecinos que aún resisten, hartos de que la policía no siempre llegue a tiempo ni disponga de las armas suficientes para desalojar los pisos ocupados por los narcos, se han organizado para intentar salvar el Raval.
«Operación policial. No puede pasar», un agente de la Guardia Urbana de Barcelona corta el paso a un vecino de la calle Riereta, una de las más afectadas. El hombre le responde: “No quiero pasar. Vivo en la calle Vistalegre con mis hijos. En mi finca venden droga. Tengo yonkis durmiendo en la puerta a centímetros de la cama de mis hijos”. Otro agente, de paísano pero cubierto con un chaleco reflectante, se acerca. «Sé quién eres. Ocupaste hace unas semanas el piso donde vives…”. El vecino se siente cazado, pero el policía lo tranquiliza: “Menos mal que fuiste tú, si no, lo hubiera hecho otro camello…”. Durante la conversación, el agente confiesa que conoce estos puntos de venta, “y otros tantos en el Raval”, pero admite “estar atrapado” de pies y manos: “Reunimos pruebas a diario, pedimos ordenes judiciales que a veces tardan semanas en llegar y solo después podemos actuar”.
Desde principios de año, Mossos y Guardia Urbana han realizado 28 entradas en diferentes pisos del Raval deteniendo a 35 traficantes. Con los camellos fuera de circulación, algunos consumidores toman el relevo en el negocio y se instalan en los mismos pisos ocupados. Los compradores siguen llegando y los agentes regresan a la casilla de salida. Necesitan, de nuevo, una orden judicial.
Hace unos días, la Guardia Urbana desmanteló un supermercado de la droga instalado en el 9 de la calle Vistalegre. El mismo inmueble que denunciaba un joven, días antes, ante el cordón policial. Sus hijos llevan varias noches durmiendo sin narcotraficantes trapicheando a centímetros del tabique de su habitación.