En la entidad que ha convertido las luchas intestinas en un rasgo identitario, Barça y unanimidad parecen términos antitéticos. Pero ocasionalmente aparece algo, un fichaje, una decisión, un adversario, que pone a todo el mundo de acuerdo sin que sirva de precedente.
En la última asamblea general de compromisarios se produjo uno de esos instantes de concordia cuando los socios aprobaron prácticamente por unanimidad (377 votos a favor, 4 en contra y 5 abstenciones) la alianza con Rakuten como nuevo patrocinador.
Los efectos de este acuerdo, que entró en vigor el sábado (1 de julio), empiezan a ser visibles en el Camp Nou, que experimenta un llamativo cambio de imagen con la sustitución de la publicidad de Qatar Airways en la fachada principal.
Probablemente, según pusieron de manifiesto las intervenciones de los asambleístas, la unanimidad respondía más a la ruptura del vínculo con el país petrolero que a la ilusión por la llegada a la camiseta de una tienda de comercio electrónico.
Nunca ha generado muchas simpatías el acuerdo de patrocinio con Qatar, más bien ha producido reparos morales por la dudosa situación de los derechos humanos en un régimen de base autoritaria. Aunque los 171 millones que ha ingresado en los últimos seis años han sido maná para el club, cuya junta directiva siempre ha destacado la lealtad de este patrocinador.
La historia ha terminado. Quizá no del todo, porque el Barça trabaja en la incorporación de Qatar Airways como línea aérea oficial. Cuando en 2013 el patrocinio pasó de un altruista Qatar Foundation a un comercial Qatar Airways, por una cuestión de incompatibilidad el club tuvo que prescindir de Turkish Airlines, que en tres ejercicios había aportado 9 millones a la caja blaugrana.
En cualquier caso, el fin de Qatar Sports Investment como partner principal es una evidencia que se materializa en el gran símbolo del barcelonismo. Durante dos días los operarios han despojado la fachada principal del estadio, objeto de miles y miles de las fotografías de los visitantes, del enorme revestimiento publicitario con la simbología de la línea aérea qatarí.
En los próximos días el estadio recibirá una nueva piel, porque, al igual que la camiseta, es uno de los activos que cede el Barcelona en el contrato de patrocinio, en este caso de Rakuten. La empresa japonesa lucirá en la fachada principal y en otras zonas del Camp Nou al menos durante los próximos cuatro años.
Un vínculo hasta 2021 por el que la entidad blaugrana ingresará anualmente una cifra base de 55 millones de euros, además un complemento de 1,5 millones por ganar la Liga y otro por importe de 5 por levantar la Champions. En el peor de los supuestos el Barcelona se ha asegurado 220 millones de euros. En el mejor –un caso que no figura ni en el mejor de los sueños de los aficionados porque implica adjudicarse las próximas 4 ediciones de la Liga y la Champions–, 226 millones.
Paga la empresa de Hiroshi Mikitani. “Es una de las compañías más innovadoras del sector”, destaca el vicepresidente de marketing y comunicación del Barça, Manel Arroyo. “Tiene 13.500 trabajadores, factura 6.900 millones de dólares al año, cotiza en la bolsa de Tokio y tiene presencia en América, Asia, Europa y Oceanía”. Sobre todo, no desprende las suspicacias del anterior mecenas, aunque un socio acusara durante la última asamblea a una plataforma de TV propiedad de Mikitani de emitir programación para adultos. Efectivamente, la unanimidad en el Barcelona es imposible, pero algunas veces puede quedar cerca.